Hoy quiero compartir con vosotros la experiencia que viví con Juan, un niño que necesitó intervención para su Trastorno Específico del Lenguaje.
Juan y los Conceptos Espaciales: Una Lección en Logopedia
Intervención
TRASTORNO ESPECÍFICO DEL LENGUAJE (TEL)
En mi trayectoria como logopeda, he tenido el privilegio de trabajar con muchos niños, cada uno de ellos llegó con su singular historia y sus diferentes características personales.
Cuando conocí a Juan él tenía 6 años cumplidos, su repertorio léxico expresivo era limitado, lo que me llevó a establecer el enriquecimiento de su vocabulario como uno de mis objetivos principales. En un primer momento decidí priorizar los conceptos espaciales. Yo estaba a tope de motivación y energía (tenía apenas 26 años). Empecé a introducir estos conceptos mediante una variedad de estrategias: desde situar objetos encima y debajo de una mesa hasta actividades interactivas (jclic) y juegos que nos hacían escalar muebles y escondernos en rincones insospechados. Había toneladas de diversión y repetimos estas actividades contínuamente. A pesar de todo Juan parecía no retener los conceptos, lo que me sumía en una mezcla de desesperación y confusión.
Ahora, al mirar 20 años atrás veo con claridad lo que entonces se me escapaba. Ojalá hubiera tenido esta perspectiva en aquellos días; estoy convencida de que tanto Juan como yo hubiéramos enfrentado menos dificultades. La formación continua y las vivencias acumuladas en intervención en Trastorno Específico del Lenguaje, me han equipado con unas “gafas”, que me permiten ver un poquito más allá de la obviedad. Estas lentes de experiencia y conocimiento, me muestran tres áreas clave en las que mi enfoque inicial necesitaba retoques:
1. Alineación de objetivos LOGOPEDA-PACIENTE:
Mi meta era que Juan aprendiera conceptos espaciales pero el objetivo de Juan era simplemente disfrutar del momento, explorar y jugar. Es difícil evaluar hasta qué punto aquellos juegos influyeron en lo que Juan aprendió pero no hay duda que hoy en día habría iniciado de forma diferente este proceso y lo hubiera basado en el diálogo con el niño. Es primordial que exprese sus intereses y motivaciones y aprovecharlas para coordinarlas con tus objetivos como logopeda.
Buscar un objetivo común, implicaría no haber empezado con los conceptos espaciales si él no lo hubiera considerado útil para su día a día. Pero el lenguaje hace magia si lo utilizas para mostrarle a un niño lo que podría hacer si tuviera dominio sobre el vocabulario. En la actualidad empezaría diciéndole al niño: “Oye Juan, he visto que no sabes muy bien estas palabras ¿Las quieres aprender? ¿Quieres ser bueno al explicar dónde está la pelota cuando los demás la buscan por el patio?
2. Conexión con el APRENDIZAJE SIGNIFICATIVO:
Trabajamos, jugamos, conseguimos que las horas en la escuela no fueran tediosas pero no intenté conectar todo ese despliegue de nueva información de manera significativa con los conocimientos previos de Juan. El aprendizaje se vuelve más efectivo cuando se enlaza con experiencias o conocimientos ya presentes en la memoria a largo plazo del niño, facilitando así su integración y retención. Hacer que el niño se exprese vuelve a ser clave. Esto se puede hacer preguntando: ¿Te suena esta palabra? ¿Te recuerda a alguna cosa? ¿Qué sabes de este tema?
3. Dotar de sentido a la INFORMACIÓN ARBITRARIA:
Con Juan utilicé una amplia gama de soportes (visuales, kinestésicos, digitales) pero la información a memorizar seguía siendo ARBITRARIA. Actualmente, cuando quiero que mi paciente memorice algo difícil de conectar con lo que ya se sabe, lo que intento es guiarle para que le encuentre un sentido a esa información de manera que ésta llegue de forma más rápida a la memoria a largo plazo. Memorizamos más fácilmente las cosas que nos permiten establecer relaciones.
Por ejemplo: Con Juan, en lugar de limitarme a demostraciones físicas en el trabajo de los conceptos espaciales «sobre» y «sota» (encima y debajo traducido al castellano), podría haber conectado este aprendizaje con algo que ya fuera familiar para Juan. Al preguntarle si conocía la palabra «sobre» podría haberla relacionado con algo cotidiano como el sobre de una carta. Le podría haber mostrado que las dos palabras se dicen igual pese a tener significado diferente, incluso podríamos hablar más y buscar otras palabras homónimas. Posteriormente le podría haber mostrado un sobre y preguntarle: ¿un sobre donde se guarda? ¿en el suelo? ¿aquí encima, verdad? pues cuando las cosas están encima, se dice que están “sobre” “Juan, pon el sobre sobre la mesa por favor”
Bueno, hasta aquí una historia compartida más de crecimiento profesional en “LA CATEFERA”. Mi esperanza es que pueda haber arrojado algo de luz o inspirar a profesionales y familias (me consta que me leeis) que se encuentran en la tarea de acompañar a niños con Trastorno específico del Lenguaje. Esta es mi contribución a que podamos hacer enfoques ajustados que acompañen mejor a nuestros aprendices. A menudo nos veréis llamar a esto “Cambiarse las gafas” para que nos permitan vivir la profesión con más seguridad y tranquilidad.