Existe un viejo vídeo  de una excursión con raquetas de nieve en Andorra que la prensa rosa etiquetaría hoy como: un robado en el que aparezco con una amiga diciendo ambas al unísono «CA-TE-FE-RA».

No estábamos hablando mal sino que lo estábamos haciendo a propósito, se trataba de un caso que me tenía confundida. El autor del robado nos hizo repetir la palabra CA-TE-FE-RA incontables veces mientras nos grababa con la cámara de fotos digital. Nosotras desconocíamos lo que estaba haciendo porque nos estaba grabando estratégicamente por la espalda.

Cuando empezamos a extrañarnos por el propósito de tanta repetición, nos giramos y nos dimos cuenta de lo que estaba tramando. El tipo se descolgó con que pensaba pedir una cuantiosa suma de dinero por no hacer públicas las miserias de una logopeda pero que se conformaría con no tener que ir a hacer la compra durante toda una semana.

La semilla de un proyecto 

Esta anécdota se convirtió en la semilla de una idea con las raíces muy profundas que he mantenido siempre viva en mi cabeza pero que todavía sigue dando vueltas en el limbo. Uno de esos propósitos que algunas personas soñamos acometer alguna vez en la vida. Me queda aún recorrido vital para escribir ese libro que iba a titular: «La Catefera» pero de momento voy a compartir, con todos los/las que os acerquéis por aquí, las herramientas y experiencias de una logopeda, los pacientes que cambiaron mi perspectiva, las anécdotas, (divertidas o no) que arrojaron luz a tantas intervenciones en mi centro de logopedia o la información útil o trucos que funcionan en nuestra profesión. Quizás algún día este blog se convierta en ese libro.

Llegados a este punto quizás os preguntéis: ¿Se libró el paparazzi de ir a hacer la compra aquella semana?

¡Sacad vuestras tazas!

Os contaré esto y muchas cosas más en este rincón calentito y humeante de la logopedia.