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Material de logopedia - logocube

Vera y su poder secreto

trastorno específico del lenguaje

Trastorno específico del lenguaje  Vs  las matemáticas

Hoy quiero compartir con vosotr@s la historia de Vera, una pequeña con chispa cuya capacidad para brillar se manifestaba en los terrenos de la lógica y el razonamiento abstracto, aunque enfrentaba las dificultades derivadas del diagnóstico de un trastorno específico del lenguaje.

Las barreras de Vera y su poder secreto

Diagnosticada con (TEL) y escolarizada en un centro donde la lengua vehicular difería de su lengua materna, Vera se encontraba en una situación compleja que ponía a prueba: su comunicación, su aprendizaje y su capacidad de resistencia al fracaso. En ese momento tenía 5 años de edad.

Pese a los obstáculos lingüísticos, Vera demostró una habilidad increíble en tareas que no demandan producción del lenguaje oral, especialmente en el razonamiento lógico y abstracto. Era consciente de que nos veíamos tres veces por semana pero no lograba recordar el NOMBRE de los días. Pese a todo, tenía una manera muy personal de indicar los días de mis visitas, lo hacía utilizando sus dedos: el dedo pulgar para el lunes, el dedo corazón para el miércoles y el anular para el jueves. Señalaba el anular cuando me pedía que trajera un juego para el jueves. Vera era muy hábil buscando estrategias para comunicarse con efectividad, su chispa era intensa.

Las gafas que usaba la escuela para ver a Vera

Durante una reunión de equipo educativo en la que se discutían sus dificultades, me quedé atónita al escuchar que se mencionaba que Vera era «mala en matemáticas», una afirmación que contradecía todas mis observaciones. Tuvimos que indagar más hasta que se aclaró que el problema radicaba en su incapacidad para memorizar los nombres de los números o de las figuras geométricas. Fueron claves las preguntas acerca de su comprensión de la cantidad y la asociación numérica y entonces me informaron que en eso no tenía problemas. 

Lo que se estaba diciendo en ese equipo educativo era que tenía dificultades en matemáticas simplemente por no conocer el NOMBRE de algunos conceptos. ¿No es eso en realidad un problema de lenguaje? ¿Es justo etiquetarla con dificultades en matemáticas basándonos solo en eso? ¿Cómo puede afectar esa etiqueta a la expectativa de los profes sobre su rendimiento escolar-académico? y finalmente, ¿Afectaría negativamente esa etiqueta a la autoexpectativa o confianza en las habilidades propias de la niña? 

Limpiar (o quizás cambiar) las gafas

Este momento sirvió para que un grupo de profesionales tomaran conciencia que en las matemáticas existe un componente lingüístico importante y que hay que saber diferenciar entre las dificultades lingüísticas y la habilidad para abstraer y razonar. Estas dos áreas requieren enfoques distintos en la intervención. El componente lingüístico juega un rol importante (en este caso limitante y estimulable)  pero no debe oscurecer el reconocimiento del potencial de las capacidades lógicas y abstractas inherentes a cada estudiante.

La historia de Vera nos invita a poner “nuestras mejores gafas”, aquellas que nos permiten ver el potencial oculto dentro de cada niño, y adaptar nuestras estrategias para despejar su camino de aprendizaje, respetando sus tiempos y sus maneras únicas de entender el mundo. 

Vera no solo nos mostró que las matemáticas pueden ser un poder secreto para algunos niños, sino que también nos recordó la importancia de personalizar la educación para aprovechar al máximo las fortalezas de cada estudiante. 

No es fácil, requiere paciencia, toneladas de empatía y sobre todo: ponerse “las mejores gafas” que se tenga

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Vera y su poder secreto

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Trastorno específico del lenguaje  Vs  las matemáticas

Hoy quiero compartir con vosotr@s la historia de Vera, una pequeña con chispa cuya capacidad para brillar se manifestaba en los terrenos de la lógica y el razonamiento abstracto, aunque enfrentaba las dificultades derivadas del diagnóstico de un trastorno específico del lenguaje.

Las barreras de Vera y su poder secreto

Diagnosticada con (TEL) y escolarizada en un centro donde la lengua vehicular difería de su lengua materna, Vera se encontraba en una situación compleja que ponía a prueba: su comunicación, su aprendizaje y su capacidad de resistencia al fracaso. En ese momento tenía 5 años de edad.

Pese a los obstáculos lingüísticos, Vera demostró una habilidad increíble en tareas que no demandan producción del lenguaje oral, especialmente en el razonamiento lógico y abstracto. Era consciente de que nos veíamos tres veces por semana pero no lograba recordar el NOMBRE de los días. Pese a todo, tenía una manera muy personal de indicar los días de mis visitas, lo hacía utilizando sus dedos: el dedo pulgar para el lunes, el dedo corazón para el miércoles y el anular para el jueves. Señalaba el anular cuando me pedía que trajera un juego para el jueves. Vera era muy hábil buscando estrategias para comunicarse con efectividad, su chispa era intensa.

Las gafas que usaba la escuela para ver a Vera

Durante una reunión de equipo educativo en la que se discutían sus dificultades, me quedé atónita al escuchar que se mencionaba que Vera era «mala en matemáticas», una afirmación que contradecía todas mis observaciones. Tuvimos que indagar más hasta que se aclaró que el problema radicaba en su incapacidad para memorizar los nombres de los números o de las figuras geométricas. Fueron claves las preguntas acerca de su comprensión de la cantidad y la asociación numérica y entonces me informaron que en eso no tenía problemas. 

Lo que se estaba diciendo en ese equipo educativo era que tenía dificultades en matemáticas simplemente por no conocer el NOMBRE de algunos conceptos. ¿No es eso en realidad un problema de lenguaje? ¿Es justo etiquetarla con dificultades en matemáticas basándonos solo en eso? ¿Cómo puede afectar esa etiqueta a la expectativa de los profes sobre su rendimiento escolar-académico? y finalmente, ¿Afectaría negativamente esa etiqueta a la autoexpectativa o confianza en las habilidades propias de la niña? 

Limpiar (o quizás cambiar) las gafas

Este momento sirvió para que un grupo de profesionales tomaran conciencia que en las matemáticas existe un componente lingüístico importante y que hay que saber diferenciar entre las dificultades lingüísticas y la habilidad para abstraer y razonar. Estas dos áreas requieren enfoques distintos en la intervención. El componente lingüístico juega un rol importante (en este caso limitante y estimulable)  pero no debe oscurecer el reconocimiento del potencial de las capacidades lógicas y abstractas inherentes a cada estudiante.

La historia de Vera nos invita a poner “nuestras mejores gafas”, aquellas que nos permiten ver el potencial oculto dentro de cada niño, y adaptar nuestras estrategias para despejar su camino de aprendizaje, respetando sus tiempos y sus maneras únicas de entender el mundo. 

Vera no solo nos mostró que las matemáticas pueden ser un poder secreto para algunos niños, sino que también nos recordó la importancia de personalizar la educación para aprovechar al máximo las fortalezas de cada estudiante. 

No es fácil, requiere paciencia, toneladas de empatía y sobre todo: ponerse “las mejores gafas” que se tenga

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